domingo, 2 de febrero de 2014

Nota anormal


Al recuerdo del 2012

Nunca más me he enamorado como en esos días. Todo era tan azul y divertido, poético; llenábamos las calles de metáforas improvisadas que a veces carecían de sentido, era lindo. Creía que nada podía separarnos.
         Ya pasó un año, vaya. No es que recuerde ese día como si hubiese sido ayer, estaría mintiendo; pero nuestro retrato, uno de pocos, se mueve y nos quitamos el polvo, nos sacudimos, estiramos los brazos y las piernas, contemplamos nuevamente el horizonte desde aquel tercer piso, tú a lado de mí, yo a lado de ti, bromeándonos, empujándonos, pidiéndome que no te quiera, yo queriéndote ahí junto a todo; veo como nos vamos juntando poco a poco en un abrazo y que todo es azul de nuevo, entonces hundo mi cabeza en tu hombro, quizá pienso algo porque cierro los ojos, quizá piensas algo porque tiemblas en mis brazos, nos quedamos un rato en silencio y pienso que la fotografía ha regresado a su estado natural, pero no, ahora abro la boca en un gran bocado y me vuelvo a tu cabello, tu ríes desesperada, abrazándome todavía, y no sé si me quieres y tú sabías cuánto te quiero. 
Hasta ahora no me he enamorado como en esos días, quizá por miedo a perder de nuevo, quizá porque no hay más azul y diversión y juegos y metáforas, qué sé yo. 
       A ti, que llorabas casi todo el tiempo, que me abrazabas como nunca, que te besaba lento y ahí surgía el poema; a ti, mujer de las grandes épocas, locura inaccesible de temores, muchas gracias

miércoles, 29 de enero de 2014

Me miras


Me gusta venir todos los viernes, aunque hoy es jueves, pero los viernes me parecen el día perfecto para tomar café, como sus ojos, siempre lo pensé, todo el tiempo, frente a la calle Comonfort, y es que tenga razón o no, el viernes es la liberación de los demás días, todos los días del calendario que no son viernes están esperando emigrar desde su rincón, desde los suspiros de cansancio; además esta calle siempre tiene pasos y gentes que van de aquí para allá, de arriba abajo, y uno puede mirarlos sin alarma, inventarles pláticas, escribirle a la pelirroja que acaba de pasar de largo en una servilleta lo que de amor le harías, etcétera. Aquí vengo porque es cómodo y porque nadie te molesta, además el decorado no me causa terror o nauseas, se puede estar tan bien solo, escuchar música y leer todo lo que uno no puede los demás días en el trabajo o en casa.
            Como dije es jueves, cosa que me importa poco porque nada puede cambiar de la nada, yo no lo sabía aún, yo no lo esperaba entre tanto, y esta tarde me siento como cualquier tarde de viernes que vengo aquí y leo y pido el americano y le pongo dos de azúcar y listo. Una cosa curiosa es que hoy pongan otra música, normalmente escuchamos jazz o blues, siempre algo de Chet Baker o Miles Davis, siempre nos reciben con ese abrazo fraternal, esa tranquilidad que embriaga desde el primer paso que das dentro; y justo hoy se les ocurre recibirnos con algo muy cremoso que no sé quién canta, pero me endulza el tiempo, siento la presión de querer escribir algo fiel, algo sincero, hablar quizá de que estoy solo, que desde hace unos meses, y sobre todo, después de salir de aquella luna de dos cielos que enredaba mis fieles y difuntas manos, de abandonarme en su ombligo a la luz de sus dientes que sonrían y bañaban mi nombre, desde que no está no tengo en quién caerme vivo, y todo esto que siento y escondo en la cotidiana y sus calles y silencios, sobre todo en esas notitas del cajón izquierdo con seguro, del que sólo hasta las últimas podré abrir y ser quizá libre.
            Ah, abandonemos todos esos pensamientos de inmediato, salgamos por la diagonal y ocultémonos donde nos demos a entender. Y es que hace unos días yo me sentía mejor con tal pasión, no me siento solo, algunos días me siento abandonado por mí mismo, como ahora quizá, como en este momento, pero ya no, porque ahora me está mirando y trato de disimular que ella me está mirando, que una mujer entró hace un minuto y que se sentó en aquel sillón gris frente a mí y me está mirando, quizá quiere preguntarme algo, o pedirme un encendedor, aunque se le ve que no, no tiene esas ojeras y las arrugas de nosotros los fumadores, pero no, nada más está ahí mirándome, o acechándome, o ninguna de la dos, yo que tan entretenido estaba pensando que por ser jueves no iba a suceder nada, yo que tanto extrañaba el maravilloso viernes libertador, pero ahora estoy oprimido, me están sudando las manos como goterones en la ventana y me está mirando, he escrito muchas veces mirando, mirando, mirar, me miras, me miras de cerca me miras, cada vez más de cerca..., nos miramos poco a poco, yo con miedo, me tiembla el labio porque estoy nervioso, no quiero decir mucho, la mano sigue escribiendo por sí sola, la interrumpió el mesero, será mejor prender el cigarro y respirar profundo.
            Desde hace rato que nos habíamos mirado, se congelaron los girasoles al rededor y eso que este café siempre tiene gente, concurrencia, siempre hay alguien aquí fumando o bebiendo mientras mira a todos distraídamente, a veces soy yo, o a veces aquél, o nadie como ahora. Pero nos hemos mirado mucho, ella no quiere preguntarme nada, yo no quiero arruinarlo todo; así está mejor, nada más mirarnos, creo que suspiró, pero nada más mirarnos, que los ojos hablen, que ellos se conozcan, que ellos anden por esas calles que no recorreremos juntos, que se sueñen, que tengan sexo, que te bese los pies y la entrepierna, deja pues que tus ojos me posean, que juntos armen el discurso que define sin objeciones al amor y sus pormenores, tú sabrás qué decir, yo sabré qué dibujarte, si es que pintas, deja que nos tomen esa fotografía a lado del Sena donde tú y yo, pero solamente nuestros ojos y en esencia tú y yo viajamos justo ahora, ojalá que tu número se clave en mi pupila, o tu dirección, o tu hola, ojalá que pongas en mi retina tu perfume para seguirte y no perderme al doblar la esquina, ojalá que no te me olvides al pagar la cuenta y cruzar la calle, al pisar la colilla de este cigarro, golpearme con una señora, las disculpas, porque creo que suspiras y creo que yo también lo hago.


jueves, 26 de diciembre de 2013

Resultados de búsqueda



Cuántos ojos me miran sin encontrarme
cuántos ojos miro sin encontrarme
cuántas calles ando sin encontrarme
cuántos días cuento sin encontrarme
cuántas horas pasan sin encontrarme
cuánto aire exhalo sin encontrarme
cuántos amores huyo sin encontrarme
cuántas palabras callo sin encontrarme
cuántas preguntas respondo sin encontrarme
cuántas caricias revivo sin encontrarme
cuántas veces me espero sin encontrarme
qué distraído soy.
Cuánta impaciencia derramo sin encontrarme
cuántos suspiros sin encontrarme
cuántos cafés enfrío sin encontrarme
cuántos silencio grito sin encontrarme
cuánta tinta bifurca este tubo sin encontrarme
cuántas palabras se pierden en blanco sin encontrarme
cuántas lágrimas sin encontrarme
cuántos labios visito sin encontrarme
cuánto peso cargo sin encontrarme
cuánto sexo disfruto sin encontrarme
cuánta necedad sin encontrarme
cuánto ocio, cuánto espero, cuánto amor
cuánto amor huérfano sin encontrarme
cuántas estrellas he visto sin encontrarme
cuánta nostalgia predico sin encontrarme
cuánta risa me niego sin encontrarme
cuántos libros repaso sin encontrarme
cuántas cinturas, cuántos dedos, cuántos cabello he jalado últimamente
cuántas cartas he dado sin encontrarme
cuántas letras despilfarradas sin encontrarme
cuántos números sin encontrarme
cuántas visitas me hago sin encontrarme
cuánta tristeza sin encontrarme
cuántos encuentros sin encontrarme
cuántos gritos, cuánta poesía, cuántos cuentos me cuento sin encontrarme
cuántas vidas no he vivido sin encontrarme
cuánta puntualidad sin encontrarme
cuántos roces involuntarios sin encontrarme
cuántas fruncidas de ceño, cuántos ojos he cerrado,
cuántos cuartos azules, cuántas lunas he pisado sin encontrarme
cuántas habitaciones he llenado sin encontrarme
cuántos cajones he rebuscado sin encontrarme
cuántas camas, cuánta pelusa, cuánto vacío
sin encontrarme

domingo, 8 de diciembre de 2013

Querida:



            Si pudiera dejar de pensar en usted me sentiría menos moribundo, menos estúpido. Si supiera cómo llegar a usted, dígame ¿cómo tocarla con estas palabras como una caricia que comienza en los ojos y termina en las piernas? Si estuviera aquí y usted también, todo esto no sería.
            La conozco muy poco, pero digamos que usted me pregunta que qué tengo, por qué no duermo, por qué fumo desesperadamente mientras escribo palabras sueltas, fragmentos de nada, de su rostro que jamás he tocado; podría ser que me preguntarás todo esto o que te quedarás callada e igual cuestionaras estas palabras, esta caricia que tiembla en tu piel como en el mundo.
            Bajaré a comprar otra cajetilla y un poco más de Whisky, ¿qué pensará usted? ¿Me acompaña, se queda? ¿Gusta que le compre algo? Me he imaginado bajando las escaleras y usted detrás de mí, desde esta puerta, gritándome que si vuelvo no me abrirá, o que mejor no vuelva, o que me trague la noche o la tierra ¿qué le gustaría a usted? Este imbécil sólo sabe amarla con todo el odio del mundo. Me desespero de usted, me arrepiento de todo y no dejo de quererla. ¿Se ha imaginado bajando las escaleras, ha sentido mi brazo tendido sobre su espalda protegiéndola?
            Comienzo a despedirme como quienes se han de quedar toda la noche mirándose. Nos vemos siempre. La quiero apenas comienza usted a alejarse.
                        Suyo,

                                   Eduardo

domingo, 3 de noviembre de 2013

Tu boca



Tu boca está llena de mi lejanía,
llena de ti,
y de tu ausencia;
a mi boca tu boca, le falta.

Y a tu boca le falta mi boca,
como a mi ausencia le falta tu vida,
llena de mí
a tu lejanía le falta mi boca. 

Tu boca se escapa de mi boca,
asustada y fría;
sin el último beso 
de quien se quiere
morir
besándote todavía.

Y tienes en la boca mi nombre
lo muerdes como fruta
lo hueles como hoja tibia
lo escribes
y pronuncias
en millones de bocas
pero
ninguna mía

¿a dónde irá mi boca
esclava
de tu boca?

Míranos, ahora,
¿dónde estamos?

¿cómo llegar a tu boca
tan lejana de mi vida
tan ausente de mi muerte
tan mía sin tu boca?

Tu boca me busca a oscuras,
en silencio,
estira los labios para tocarme
y toca pared
de carne
de huesos,
de otros mundos,
en otras esquinas,
de otras bocas

pero jamás la mía.

sábado, 2 de noviembre de 2013

Recapitulación de actos


El domingo 9 de Febrero fue el día más feliz en la vida de Josué, y ese mismo día Carolina recordaba con nostalgia a su familia después de dos años de ausencia desde su cabaña en Estambul mirando una fotografía donde ella y su papá habían pescado un gran pez rojo que hasta cierto punto se le hacía exótico y al mismo tiempo repulsivo, cosa que le hizo no querer verlo y querer dejarlo ahí libre de nuevo, su papá reía por el suceso, por el asco de ella, por estar ahí en el río tan libres y solos y eternos y momentáneos antes de que ella se fuera; en ese mismo momento del mismo día, en las fronteras de Tijuana, Jorge salía hecho una bala hacía el hospital donde su tía Juana necesitaba donadores, unos tres o cuatro, no lo sé exactamente, preocupadísimo en su camioneta se encaminó sin percatarse que en el parque a cinco cuadras de su casa una pareja discutía con una sarta de manotazos y grandes vocerones que cubrían de espanto la iglesia que a unas cuadras más adelante ofrecía la primera de tres misas para los santos difuntos; ese mismo día Oscar se enteraba de que iba a ser padre por primera vez, cuando al mismo tiempo, Karina le decía a sus papás que se quería casar, y sus padres contentísimos le dijeron que quién era el susodicho, ella dijo que don Arturo, el de la carnicería, que a esa misma hora, de ese mismo días, estaba despachando a Doña Julieta en privado y en lo oscurito; esa tarde, también, Eduardo viajaba en autobús y algo lo sorprendió, era la primera vez que veía una mariposa amarilla así de cerca, siguiéndolo, como queriendo meterse por la ventana que mantenía cerrada, o como queriendo decirle algo, sonrío tanto al mirarla, al intentar, inútilmente, tocarla con su mano, pero Eduardo no se percató de la señora que estaba siendo auxiliada por muchas personas después de haber sido asaltada con un arma de fuego y en pleno mercado, a las doce del día, hora pico para las madrecitas que salen a comprar la comida y los niños, y los ancianos a tomar el sol y pasear por ahí; a esas alturas, Doña Laura estaba persiguiendo a su sobrino desnudo con una pañal limpio en la mano, gritándole que se quedará quieto cuando Anna le preguntó a su mejor amiga si ella no había visto su novela porque no sabía dónde la había dejado y su amiga le decía que ella no sabía, que de hecho nunca se la había mostrado, cuando pasó Beto por ahí y su amiga de Anna se sonrojó y se escondió un poco detrás de su mano y le pidió que guardará compostura, y lo miraron pasar cuando Beto volteó hacía Anna, le sonrío, avanzó hasta ella ya con la mirada acusadora de su amiga en la espalda, se saludaron de beso en la mejilla, sonrieron varios segundos, aunque para su amiga era una eternidad, y Anna le mostró su anillo o algo así, su amiga pensó que ya había pasado mucho tiempo, aunque en realidad apenas unos minutos, Beto y Anna seguían como si nada platicando, y platicando con risotadas y sonrisitas curiosas que su amiga calificaba de traicioneras, pero, mejor se acercó y le dijo “aquí está tu chingada novela”; ese mismo día, también, Carlos pintaba la que sería la última pieza de su obra maestra a presentarse en Marzo, sacudía pinceles, traía agua y bebía refresco de lata, se quitaba el sudor de la frente con un pañuelo, y afinaba algunos detalles sobre el lienzo, lo miraba como sospechando de que encontraría a alguien dentro, o que ésta se movería de una vez por todas, o se terminaría sola, pero mientras él, afuera, en la calle, Estercita jugaba con su pelota rosa a media calle y sin que nada ni nadie le molestará, ella solita hacía los escándalos más grandes, las fiestas más ruidosas, y siempre se las comentaba consigo misma, se decía que ella era muchas niñas en una sola, hacía de todo sola: iba a los columpios sola, dibujaba sola, jugaba Stop sola y casi siempre perdía, jugaba a los encantados aunque se le hacía un poco aburrido porque siempre tenía que quedarse parada y sin moverse largos ratos, pero ella tenía su propia final olímpica de fútbol femenil allá abajo, en el callejón que daba directo a su escuela y también a un parque donde un anciano pedía dinero porque no tenía piernas y se arrastraba un poco y veía a todos y algunas personas –tan buenas personas— le daban monedas, unas pocas, y él les decía –como podía y a veces no podía— que gracias, que dios se lo pague, y en ese momento el gol que gritó con todas sus fuerzas porque era el del triunfo, mira nada más, ella sola acaba de ganar un mundial olímpico y nadie asistirá a festejárselo, entonces el pintor se asoma a callar a la niña, la niña mira al pintor histérico como queriendo decirle algo y ella sin nada más que recoger su pelota, festejar un poco más en silencio, llegar al punto penal, mirar la pared de Doña Consuelos y decir “ahora sí, con este aseguraré el triunfo”, tirar con todas sus fuerzas y quizá un poco chueco pero digamos que no tanto y al final otra vez el grito de gol y el pintor y el lienzo que se mancha de sudor y todo se acaba ahí porque ese día fue el más feliz en la vida de Josué que por fin curó su cáncer.

    

domingo, 22 de septiembre de 2013

Escríbeme


Escríbeme
en los sueños
en el hambre
en el desvelo
escríbeme
en el humo
en los ojos
en las tarjetas postales
escríbeme a solas
acompañada
de cualquiera
en la luna
escríbeme en la cara
en las muelas
en el torso
escríbeme a ciegas
a pobreza
a café
sin azúcar
escríbeme
aunque
me muera
aunque tu letra
sea hoguera
y mi noche
tu lugar, tu ciudad
mi espera
escríbeme en los libros
en el absurdo
en el te quiero
en la calle sin número
escríbeme
dónde estés
en la banca
fuera del mundo
si no vuelves
escríbeme
escríbeme
si no eres tú ésa
ni yo aquél
si ya no está ese calor
esa tinta
esas ganas de volver
escríbeme
aunque sea apenas
unas líneas
escríbeme
desde el fuego
en tu habitación
en el silencio
en el amor
escríbeme
ese beso
que jamás
probé
escríbeme
que te marchas
al menos
que es inútil
pedir
escríbeme
que jamás
estaremos juntos
escríbeme
que estás mintiendo
que tu avión
no salió
que estás de regreso
escríbeme
nos vemos
pronto
te espero
luego
escríbeme
en el ataúd
la noche
ponme en los ojos
tu corazón
escríbeme
todos tus recuerdos
y tírame del balcón
escríbeme
que estás muda
como siempre
escríbeme
que ríes
y lloras
a solas
como siempre
escríbeme
que mi abrazo
era frontera
entre tu llanto
y yo
escríbeme
que no quieres
escuchar
en cada esquina
mi amor
escríbeme
al menos
que la negativa
es por ti
escríbeme
que no estás
muerta
que no eras tú
ese cádaver
que vi ayer
escríbeme
que me quieres
mucho más
que yo
a ti
escríbeme
que no me olvidas
y que todos
tus días
mueren
a través de mí
escríbeme
lo que quieras
escríbeme
lo que te venga
en gana
escríbeme
que me pudra
que ojalá
pronto
me muera
escríbeme
todas las groserías
que te sepas
y ponlas aquí
escríbeme
que nadie se salva
que mucho menos

escríbeme
que me quede
contigo
aunque falta
no haga
escríbeme
que para salvarnos
del mundo
sólo tu mano
y mi alma
escríbeme
aunque no pongas
toda el alma
en ese punto
final
escríbeme
que no estamos
muertos
que no soy
un infeliz
escríbeme
que eres mía
que soy tuyo
aunque sea
la única
mentira
que sepamos cumplir
escríbeme
con odio
con respeto
sin exagerar
pon todo lo que
te quiero
y si quieres
mucho más
escríbeme
tus últimas palabras
aunque sea
pon
"tú"
escríbeme
desde tus rosas
que dejaste
morir
en el jardín
escríbeme
que estás
contenta
y que esas
lágrimas
no son
por mí
escríbeme
cuando tú
quieras
escríbeme
cuando te deje
el jazmín
escríbeme
tus buenas nuevas
pon aquí
tus primaveras
y los años
que no
me dejarás
vivir
escríbeme
y ponme en cuenta
dime que estás
tan loca
que piensas venir
escríbeme
ya por último
ya al final
si quieres
y no pongas mi nombre
ni que tú a mí
pero escríbeme
de veras
escríbeme
si tú quieres
porque sí.